Día 11: Me acuerdo de

Me acuerdo del día en que conocí a Gaia. Recuerdo que me intimidó mucho y en aquel momento no tuve idea de que terminaríamos queriéndonos mucho y jugando en el piso sin ningún tipo de temor. Gaia estaba en un kennel gigante que sus papás tenían en la marquesina y su ladrido era igual de imponente que su cuerpo. Yo quería acercarme pero tuve miedo. Me sentí mal conmigo misma por tener miedo.

A medida que Gaia y yo fuimos conociéndonos, comencé a verla con la misma ternura que veía a Azul y a los demás perros. Terminé viéndola como el bebé que ella creía que era. Siempre fantaseé con la idea de que ella y Joy se conocieran y fueran amigas. Las imaginé jugando en el patio, corriendo juntas hacia mí para reclamar las meriendas y sobitos que todo perro merece. Ella se emocionaba al verme, a pesar de que no pasamos mucho tiempo juntas. Como esa persona que no importa cuanto tiempo pase, te recibe como si nada, con el mismo amor y con la misma familiaridad.

Hoy Gaia ya no está en este mundo y no hay un “ahora está en un lugar mejor” que me haga sentir menos triste. Los perros son unas criaturas que transmiten una energía y unas emociones indescriptibles para aquellos que decidimos abrirles nuestro corazón. Son indefensos no importa cuan grandes sean. Cuando parten antes de lo que se pensaría, el dolor pega igual de fuerte que cuando se van porque son viejitos. Ese vinculo que creamos con ellos nos impide imaginar un mundo donde ellos no existan y no importa cuánto nos preparemos para su partida, la tristeza y el desconcierto nos visitan con la misma intensidad.

Me acuerdo del día en que conocí a Gaia. Y me voy a acordar siempre.

Consigna: Empezá con “me acuerdo de”

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