Día 18: Roturas y rupturas
Corazón
Las dos veces que rompí un corazón, en realidad rompí dos: el de la otra persona y el mío. No creo haber roto el corazón de la primera persona desde un punto de vista romántico sino de sorpresa. Y rompí el mío porque hice esa cosa que siempre temí que me hicieran a mí. Aún recuerdo los ojos de esa persona. Tuvo mucha compasión conmigo y eso lo hizo más duro. Pudo perdonarme sin pensarlo. Y hoy día lo recuerdo con mucho cariño y me llena de felicidad imaginar que está bien.
A la otra persona le rompí el corazón sin saberlo. Ella fue mi amiga, la llegué a ver como una madre. No me di cuenta del dolor que le estaba ocasionando porque nunca me dijo nada. No sabía que ella esperaba unas cosas de mí y que al yo no brindárselas, fui lastimando la amistad hasta que se rompió definitivamente. A medida nos fuimos distanciando, fui entendiendo que ante sus ojos yo había fallado, yo la había decepcionado, la había abandonado. Nunca pudimos hablar, nunca tuve la oportunidad de aclarar mi parte. Y ese capítulo se cerró siendo yo la “villana” del cuento. Eso me consumió por meses. Me culpé y me castigué emocionalmente. Me tomó bastante tiempo recoger las piezas rotas y hacer paz con la idea de que hubo cosas totalmente fuera de mi control como por ejemplo las expectativas que se hizo de mi y que nunca me dijo, la percepción que decidió crearse de mi persona, entre otras cosas.
Ir a terapia me salvó la vida. Creí que no merecía vivir por haberle roto el corazón de mi amiga después de lo buena que ella había sido conmigo. Luego aprendí la importancia de comunicar las expectativas que tenemos de los demás y de establecer acuerdos que involucren a todas las partes de la relación. Entendí que cuando esperamos algo específico de alguien a cambio de nuestra generosidad, lo sano sería decirlo. Yo hubiese querido conocer sus expectativas para dejarle saber si era o no capaz de reciprocarle como ella esperaba y merecía. Lo necesitaba para poder hacerme responsable conscientemente de mi rol en nuestra amistad pero no se me dio esa oportunidad. Hoy día no sé nada de ella. Quiero pensar que está bien, que las cosas le han salido como ella deseaba. Quiero imaginar que me perdonó y que, al igual que yo, lleva en su corazón los buenos momentos que vivimos mientras fuimos amigas.
Hueso
La historia del día en que me rompí un hueso no existe. A mis 35 años sigo invicta en ese Departamento. Toco madera porque romperse un hueso en este momento debe ser una experiencia mucho menos agradable de lo usual. A pesar de haber sido una niña “eléctrica” y de brincar “siete pelos de alambre”, ninguna de mis caídas conllevó la rotura de un hueso. Me pelé los codos y las rodillas muchas veces, hasta me enterré un tubo de metal mohoso en la barriga, pero nunca me he roto un hueso. De niña y adolescente llegué a desear romperme uno solo para tener un yeso y recibir toda la atención que “la nena del yeso” recibía. ¡Imagínense! Yo con un yeso rosa neon y todo el mundo haciéndome preguntas sobre cómo pasó y pidiéndome firmar el yeso para la posteridad. Hubiese sido un sueño hecho realidad en aquellos tiempos. Ahora lo recuerdo y qué triste haber deseado romperme una parte del cuerpo y pasar dolor solo con tal de ser el centro de atención y sentirme vista.
Ley
Hasta el 2019 siempre conduje autos viejos. Para acelerarlos tenía que pisar la gasolina más fuerte de lo normal. Hace unos diez años me fui de road trip con unas amistades y me tocó guiar el carro de uno de ellos. Aun olía a nuevo. Recuerdo que íbamos por San Germán cuando una patrulla sonó la sirena y uno de los que iba en el carro dijo “Creo que es a nosotros. Estaciónate.” El corazón se me fue a la parte inferior del cuerpo. Era mi primera vez rompiendo la ley, mi primera infracción de tránsito. Años después el boleto nunca apareció en sistema por lo que me ahorré esa multa, pero el susto y la experiencia fueron suficientes para estar más pendiente a la velocidad de los autos que conduzco.
Promesa
Las promesas que más fácil se me hace romper son las que me hago a mí misma. Especialmente las que tienen que ver con dejar de hacer algo que no me hace bien. Durante los últimos años he reflexionado mucho sobre este tema, sobre no tomarme en serio y no darme la importancia que merezco. La última promesa que rompí, bueno, las últimas promesas que he roto, han estado relacionadas a bajar de peso y llevar un estilo de vida saludable. He hecho planes para rebajar y comer sano a tal nivel que cualquiera se sentiría seguro de que voy en serio. Incluso yo misma me he creído que “esta vez sí que sí”. Pero siempre acabo igual: bajando 5 libras y engordando 10. Ya hasta me avergüenza la idea de volver a intentarlo. Sé que es un tema mucho más profundo que va más allá de un asunto de deseo y voluntad y que necesito explorar quizá desde una perspectiva de salud mental para poder trabajar.
Consigna: escribí acerca de la vez que rompiste un corazón / un hueso / una ley / una promesa
Desafío: 30 días de escribirme por Aniko Villalba. “30 días de escribirme es un desafío pensado para que escribas un texto al día durante 30 días, en base a un disparador o consigna. Cada día durante un mes tendrás acceso a una consigna de escritura nueva. Empezás apenas te inscribís. ¡Y es gratis!”