¿Para quién documentar?
A lo largo del camino como historiadora o cronista de mi vida me he preguntado muchas veces: “¿Para quién hago esto si ni siquiera tengo hijos a quién heredarle mis recuerdos, mis álbumes, mis cuadernos, mis fotos…?”. Cuando descubrí el scrapbooking, por allá por los dos mil y pico, lo más que vi fue mujeres contando y preservando las historias de sus hijos y su familia con la intención principal de entregarles luego los álbumes de recuerdo completados como parte de su legado. Por esto llegué a creer que los scrapbooks y demás proyectos de memory keeping eran solo para los descendientes de una persona.
A medida fueron pasando los años y la maternidad no parecía tocar a mi puerta, comencé a cuestionarme si valía o no la pena invertir mi tiempo documentando detalles de mi vida y plasmándolos en álbumes de recortes, photo books o ilustraciones. Me he preguntado qué pasará con todo lo que he creado, con mis cuadernos, con mis archivos, con mis recuerdos, cuando yo ya no esté. Y aunque no tengo explicación precisa para estas preguntas y no siempre me convenzo de las respuestas que me doy, he llegado a la conclusión de que documento mis historias para mí misma. Que otras personas puedan verlas, apreciarlas y revivir momentos… eso es un plus.
Mi proceso comienza en el momento en que vivo una experiencia y me hago consciente de ella. Saberme historiadora de mi propia vida me permite estar más presente, estudiar y disfrutar cada momento. Incluso he creado momentos con la excusa de tener algo que documentar y aunque suena patético, reconozco que con ese fin he vivido experiencias valiosas que de otra forma no hubiese vivido. Reconocer que es posible documentar mi vida sin dejar de vivirla y experimentarla a plenitud, y sin recurrir a métodos complicados o inaccesibles, me ha permitido transformar la manera en que recopilo, organizo y presento mis recuerdos. La falta de recursos o de tiempo o de herramientas o de conocimiento o de destrezas o de personas a quien entregarle mis álbumes en el futuro, nunca han sido razones para desistir. Al contrario, me han ayudado a redefinir mi propósito, a descubrir un estilo (o varios), a desarrollar destrezas y a simplemente hacerlo.
El pensar que no vale la pena documentar mi vida porque no tengo hijos, para mí es igual que admitir que la vida no tiene sentido si no existe la maternidad/paternidad en ella. Y esa idea solo de escribirla me parece absurda y algo con lo que no puedo ni podría estar de acuerdo. Mi yo del presente tiene, a través de este hobby, un espacio creativo, una forma de reflexionar, un estímulo para su enfoque y su memoria, una gran perspectiva de sí misma y del mundo. Mi yo del pasado tiene una manera de ser recordada, honrada y celebrada. Y mi yo del futuro tendrá una forma de revivir y disfrutar sus recuerdos, y de entender porqué y cómo llegó hasta donde está. Si tuviera el poder de convencer a la gente de hacer algo sería documentar su vida (y leer los libros de Harry Potter). No importa el medio que se elija para hacerlo, siempre resulta en un tesoro increíble e invaluable aún si no tenemos a quién dejárselo cuando ya no estemos.
Antes de concluir, me parece importante mencionar que crear un album o proyecto de recuerdos con el fin de obsequiarlo a un hijo, nieto u otro familiar, amigo o allegado, no garantiza que esa persona lo va a apreciar o quiera conservarlo. Hay personas que quizá no tienen el espacio para guardarlo o que simplemente no ven valor en este tipo de legado y eso se le respeta. Por esto me parece importante que el “receptor” más importante de un proyecto de memory keeping siempre sea la persona que invierte su tiempo, su esfuerzo y su corazón en él.